lunes, 2 de abril de 2012

El dolor del 2 de abril

El 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas. Esta conmemoración no es tanto para conmemorar el manotazo de ahogado de un gobierno militar moribundo, sino para rescatar del olvido a los combatientes que lucharon contra las fuerzas británicas en Malvinas y que volvieron como víctimas de un régimen y no como héroes de guerra.
Las convulsiones de un país gobernado por delirantes que pensaron que la guerra era la mejor solución para calmar las aguas de una sociedad en ebullición y que Inglaterra iba a encarar una negociación o someterse a los delirios de tres trasnochados reclamando soberanía, era el panorama más irreal que hoy, 30 años después, podemos imaginar.
Esas locuras empujaron a nuestros colimbas a truncar sus incipientes historias de vida. En su gran mayoría eran pibes de 19 años recién salidos de la secundaria o arrancando la universidad (en el mejor de los casos) o sus primeros laburos como cualquier pibe, como mi hijo, como el tuyo, qué se yo. Si estás cerca de los 50 pirulos seguramente me vas a entender bien, es una edad para comenzar con los primeros vuelos, vivir, soñar, cosas más normales que una guerra.
Nuestras tropas, sin preparación bélica y mucho menos experiencia (no somos pueblo de armas tomar), se conformaron de pibes con miedo, sin ninguna posibilidad y mal equipados que fueron a un lugar inhóspito, acompañados solamente por una sociedad imbuida del espíritu de las “guerras justas”; el tiempo nos golpeó con la realidad y la realidad muestra que ninguna guerra es justa.
Quién iba a suponer que hoy en día a muchos de ellos los siguen mirando de reojo, que 30 años después siguen experimentando traumas, pánicos, depresiones y otros trastornos producto del horror vivido en 1982.
Quién iba a pensar que en el 2012 sigan con reclamos aquellos que, sin haber combatido en las islas, fueron movilizados a distintos puntos del país ante la situación que se registraba o que para visitar las islas tenés que tener pasaporte.
La verdad, 30 años después sigue doliendo tanta desidia. 30 años después muchos miran al cielo queriendo hablar con Dios, preguntándole si anda por ahí para escucharlos y darles alguna que otra respuesta.
En aquellos tiempos también pedían por Dios esperando que Él los escuche:
Escucha Dios
Yo nunca hablé contigo, Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás?
¿Tú sabes? Me decían que no existes, y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo. Me encontraba oculto en un hoyo de granada...
¡Quién iría a creer que para verte bastara con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano; al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes, Si no en un infierno como éste.
Pues bien... Yo todo lo he dicho. Aunque la ofensiva nos espera para muy pronto,
Dios no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
La señal! Bien Dios, ya debo irme. Olvidaba decirte... que te quiero.
El choque será horrible... en esta noche ¡Quién sabe! tal vez llame a tu cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo. Pero ¿me esperarás si hasta ti llego?
¡Cómo! ¡Mira Dios: estoy llorando! tarde te descubrí ¡Cuanto lo siento!
(Qué raro: sin temor voy a la muerte...) Dispensa, debo irme ¡Buena Suerte!
Este poema se encontró en la chaqueta del soldado Marcelo Daniel Massad

domingo, 1 de abril de 2012

Cuando los militares dijeron: “prohibido cantar en inglés”

En 1977, el genocida Emilio Massera instó a no seguir el ejemplo de los jóvenes “...que se inician en el rock y derivan en la guerrilla...”. Malvinas legitimó el género y desató una polémica aún no terminada.
En el mes de noviembre de 1977, en un discurso ofrecido en la Universidad del Salvador, el entonces almirante Emilio Massera instó a no seguir el ejemplo de los jóvenes “que se inician en el rock y derivan en la guerrilla”. El genocida expresaba de esta manera lo que la dictadura pensaba acerca del género, invisibilizado desde el 24 de marzo de 1976.
Era una época en la que se hacía prevalecer la música nacional que el gobierno de facto consideraba que no alteraba los valores que este necesitaba imponer.
Una enorme cantidad de artistas y canciones formaban parte de las listas negras que recorrían los escritorios de las emisoras de radio y televisión.
El rock estaba absolutamente silenciado en estos medios, hasta que el 2 de abril de 1982, el entonces presidente de facto, general Leopoldo Galtieri, decide desembarcar en las Islas Malvinas e iniciar un conflicto bélico cuyas heridas permanecen abiertas hasta el presente.
Ante la decisión de no permitir la difusión de canciones interpretadas en inglés, las radios se vieron en la obligación de apelar a toda la discografía cantada en castellano.
Es por este motivo que los musicalizadores comenzaron a sacar a relucir los discos de rock argentino que, hasta ese entonces, estaban juntando polvo en los anaqueles de las radios.
Ante esta “legitimación” los artistas tuvieron posiciones contradictorias ya que, por un lado la mayoría no acordaba con la dictadura, pero por el otro se sentían identificados con los jóvenes que eran enviados a luchar en Malvinas.
En mayo de 1982 se realizó en el Luna Park el primer festival a beneficio de los soldados en Malvinas en el que participaron artistas de diferentes géneros, a excepción de los de rock.
Por iniciativa de Oscar López, Daniel Grinbank y Pity Irruñigarro, productores de varios artistas de nuestro rock, el 16 de mayo de 1982 se realizó en el estadio de Obras Sanitarias el Festival de la Solidaridad Latinoamericana. La idea del mismo era recolectar ropa y alimentos para los soldados que estaban combatiendo en Malvinas.
El festival, al que asistieron más de 60 mil personas, comenzó a las 17 y fue transmitido en directo por Canal 9 y dos radios, FM Del Plata y FM Rivadavia.
Participaron Miguel Cantilo, Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Ricardo Soulé con Edelmiro Molinari, Dúo Fantasía, Cantilo-Durietz, Dulces 16 con Pappo, Rubén Rada, Oscar Moro con Beto Satragni, Tantor, Charly García, David Lebón, Raúl Porchetto, León Gieco, Nito Mestre y Antonio Tarragó Ros.
Varios de los artistas participantes del evento se encargaron de remarcar que este festival era en apoyo a los soldados y, sobre todo, a la paz.
De todos modos, a tres décadas de su realización, las opiniones siguen siendo contradictorias. Según Litto Nebbia: “…afirmar que nosotros fuimos colaboracionistas en ese momento es una canallada. Todo el mundo lo vivió como una manera de estar con los pibes. La idea era poder juntar algo para mandarles a los chicos....”
Varios de los músicos participantes, como Spinetta, Cantilo o García, coincidieron con esta idea.
A pesar del festival, la dictadura no logró cooptar ni domesticar al rock. “Sólo le pido a Dios” de Gieco y “Reina madre” de Raúl Porchetto quedan en la memoria como retrato musical y testimonio de aquella insensata guerra.

(Tiempo Argentino 01/04/2012)