A veces la música en la Argentina, parece debatirse entre la significativa contradicción de ser “rebelde” o ser “profesional”. Esto no sólo se desprende de la aparente pobreza general que se trasmite desde los escenarios, sino también de la actitud de muchos músicos con la gente, los medios de comunicación, sellos discográficos y todo lo que rodea a la industria de la música.
Los músicos en este caso, en lugar de preocuparse por ensayar y progresar en todo sentido, prefieren hacerse los duros y vociferar que todo anda mal por culpa del sistema. Eso estaría bien si aquellos que levantan las voces y las banderas de la opresión, optaran por dar recitales gratuitos y regalar sus producciones discográficas en lugar de cobrar por ellas, pero como “no” lo hacen, hay que tratarlos como “profesionales”, aunque no cumplan o cumplan minimamente con los requisitos esenciales para merecer tamaño reconocimiento.
Las productoras, sellos discográficos, representantes y muchos mas que son parte de la “torta” sólo ven el lado financiero de la cosa dejando de lado el buen gusto y, obviamente, el talento.
En los últimos tiempos asistimos a un repertorio importante de mediocridades de muchas bandas del circuito (solistas también) que se consideran de primer nivel, aunque nos brinden mal sonido, falta de ensayo (en algunos casos), falta de puntualidad en los inicios de los shows y hasta peleas en el mismo escenario, sin dejar de lado agresiones gratuitas hacia todos los concurrentes en general, por el sólo hecho de demostrar que son duros; si bien hay una corriente que quiere enderezar el rumbo y con firmeza tratan de transmitir con el ejemplo, esto tarda en hacerse “contagioso”. Algunos lejos de ser considerados “rebeldes” se los podría caratular como irrespetuosos para con quienes pagan una entrada para ver un simple espectáculo.
Muchos no se dan cuenta que en estos últimos tiempos los conciertos son masivos, pero no todos son de artistas populares, hay una gran cantidad de jóvenes que asisten por curiosidad por primera vez a los conciertos y se encuentran con algo que no era para nada cercano a lo que suponían. Son pocos los que se muestran con seriedad arriba de un escenario y muchos los que no tienen otra cosa que mostrar más que vulgaridad y parodia casi teatral, copiando lo foráneo de segunda creyendo que con eso alcanza para convocar con continuidad. Creen que poniendo en escena una gran variedad de cosas desbordadas de mediocridad les va a dar el perfil de estrella; muchos no consiguen tener un grupo de seguidores en sus conciertos, otros con un apoyo y difusión incondicional de las grabadoras venden como si fuesen la octava maravilla, aunque en realidad se los conoce más por los escándalos mediáticos y sus excesos que por su talento.
Y aquellos artistas que ponen la vida en el contenido de sus trabajos, por el sólo hecho de ser “profesionales” talentosos (de poca masividad) son remunerados con la indiferencia de los “popes” de las discográficas, con poco apoyo y menos difusión de sus trabajos. Esto sólo consigue corroer la consolidación de muchos géneros musicales, llámese: heavy metal, rock´n´roll, pop, blues, jazz, tango o cualquier otro género musical. Sólo los que entiendan que el profesionalismo eleva al artista y no atenta contra su creatividad y cuando cada artista se imponga a los caprichos de las discográficas o a las modas surgentes, solicitando que los respeten intelectualmente sin bastardear sus trabajos, encontrarán el único vehículo que los lleve al lugar de excelencia dentro de la música, difundiendo cultura y no modas momentáneas de corrientes musicales.
Si alguien tiene dudas de lo que se expresa en esta nota le sugiero leer la carta abierta de Botafogo (Miguel Ángel “Don” Vilanova) Prof. de Músico: N° 4. Otorgada por la Sociedad Argentina de Músicos, ahí expresa algo de lo que desde acá se intenta transmitir, “Conciente Colectivo”.
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